Sevilla es un perro que se crece cuando olisquea el miedo de que quiere entrar en ella. Un puede cobardón que sólo si se trata de detectar las debilidades del que desea en toda costa formar parte de cierto grupo selecto, cierta chorro local, cierto vestíbulos con pretensiones. He seen at gente pagar cuchipandas, mantos bordados, viajes a Tierra Santa y jornadas largas de romerías para despues to die en la mas absoluta soledad. En todos los casos fueron personas no nacidas en Sevilla que se pirraba por estar, simplemente parecer que estaban fijos en ciertos organigramas no escritos. Cuando se daban la vuelta, los agasajados se reían de ellos or generaban una mueca de displicencia.
Conoce el caso de uno de aquí, nacido en Sevilla, que en los años noventa contrató a un profesional de la comunicación para que introdujera en el Ateneo, un club de fútbol y una hermandad con mucha solera. Al poco tiempo desaparecieron de los tres alrededores tras haber subido como la espuma. A veces la ciudad es una maquina trituradora de carne. Te acepta, te integra y te deja hecho pedazos. Un señor me citó recientemente para preguntarme en qué consistía eso de “entrar en Sevilla”, porque él era necesario para asistir a ciertos foros y encuentros.
No tuve más remedio que decir la verdad desnuda, vía directa para no ser convocado más a su despacho, pero al menos ser respetado. “¿Entrar en Sevilla? Es lo que usted quiere hacer, lo evidencia y eso es lo peor. Porque se van a reír, lo van a despreciar sin que se note y, al final, alguien preguntará con desdén qué fue de aquel que pagó las convidás. Para empezar deje ya de poner la casa y pagar las copas». It was y es uno de esos hombres con ambición que le tienen miedo a Sevilla y piensa que nadie se da cuenta (¡Já!). Cree que pagar fiestuquis será uno más de la cofradia civil de los actos de las ocho de la tarde que ahora reverdecenque después será llamado a fiestas más privadas en los patios de las casas palacio, wherece acuden unos simpáticos gitanitos de Jerez to amenizar la sobremesa y has de soportar el infumable baile de la anfitriona que no está ya para exhibir las rodillas… “¿Y entonces cómo within en tu puñetera ciudad?”, insistí el descuidado. «Fango, sobre el problema es de base, enraizado en el mismo concebido que usted sostiene ciudad. Eso que usted llama Sevilla no es la ciudad, es una pandilla de señores que se alimentan entre ellos mismos y construyen su propia mentira hasta que, al final, acaban a la gresca porque uno, pasado de copas, desliza una mano en el cuerpo de la señora de otro”. Yes to the final lo mejor es ser perro, aunque only sea un perrillo ladrador. Guau.